Publicado en revista Somos, el 26/06/2021

Así como la imponente cantante de salsa La India enumeraba en una de sus mejores canciones todas las etiquetas que le atribuían –dominante, arrogante, poca rosa, poca cosa–, las mujeres se la pasan intentando despegarse de los estereotipos desde sus primeros años. Hace poco, en el panel Women in Tech, la talentosa ejecutiva Verónica Zavala comentaba cómo, en su libro Everybody Lies, Seth Stevenson demuestra que estos estereotipos alrededor de las mujeres están instalados desde la casa y en la cultura. Forman parte de sesgos inconscientes.

Un ejemplo interesante son las búsquedas que hacen padres y madres en Google sobre sus niños y niñas. Según el mencionado libro, 250% más veces se preguntan si “mi hijo es genio” y no “genia”. Y cuando se trata de niñas, una de las preguntas más constantes es si “tiene sobrepeso”. Pareciera que desde casa se nos entrena emocionalmente para creer que si no somos lindas y flacas, difícilmente tendremos éxito y que nuestro comprobado manejo del idioma desde los tres años, pudiendo elaborar oraciones complejas, no sirve de mucho cuando la etiqueta de GENIO ya viene en color azul y con la O bien subrayada.

Otra exploración interesante sobre los estereotipos la encontramos en el libro Silbando Vivaldi, de Claude Steele. A través de un experimento en un grupo de mujeres se evidenció lo sugestionada que está la mujer sobre su habilidad con las matemáticas. Cuando hicieron el mismo examen pero con un título distinto –”examen organizacional” en vez de “examen matemático”–, lograron mejores resultados. Sin duda los estereotipos nos convencen, pero sobre todo minan nuestra autoestima hasta llegar al punto de reducir el tamaño de nuestros sueños.

Pareciera también que algunas y algunos piensan que la mujer que pide es pedilona, la que busca exigencia es mala y aquella que no asiente a todo y más bien se atreve a decir un NO bien sustentado, se va a arrugar rápido. Los estereotipos, una vez más, impidiéndonos atrevernos a ser quienes soñamos ser o a tomar, como bien dice Inés, el timón del bus de tu vida. Nos acostumbramos tanto a los estereotipos que no somos capaces de imaginar que un chat no siempre tiene que ser el de las mamis o el de la catarsis con amigas, sino que también puede ser la ven tana para generar oportunidades profesionales, red de contactos y negocios.

Pero también está el estereotipo de tener que esperar para que alguien nos repare el peldaño roto, término que se usa para describir eso que trunca a las mujeres profesionales en su carrera al éxito. Lieneke Schol, directora de varias empresas, comentaba que un gran error que cometemos las mujeres es quedarnos calladas y asumir cabizbajas determinadas situaciones. Tener una voz en nuestras empresas es muy importante para poder cambiar las cosas. En ese sentido, cada vez son más las que tienen, como agenda, la equidad de género, y son cada vez más conscientes del enorme aporte que genera el liderazgo femenino en las organizaciones.

Y si reconocer que eres una mujer ambiciosa puede generar que te etiqueten, el ser competitiva también. Luisa Márquez, country leader de Perú y Ecuador para IBM, decía con todas sus letras que desde muy niña siempre quiso competir por ser la mejor, sin pensar si eran hombres o mujeres con quienes competía: solo ser la mejor en lo que hacía. Nos hemos acostumbrado a sentirnos angurrientas, soberbias, interesadas por querer reconocer que queremos ganar algo, cuando ser competitivo es la gasolina que nos mantiene en movimiento y en constante alerta para no caer en la mediocridad. El trabajo por desterrar estereotipos es arduo y diario e involucra a hombres, mujeres, padres, profesores, empresas, medios de comunicación, Estado. Es urgente que lo hagamos: de lo contrario, continuaremos privando al mundo de más mujeres haciendo historia o cambiándola.

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