Fuente: Aptitus/ 10-03-2015
¿Maneja bien sus relaciones interpersonales o es de las personas que las complican?
«¿Quién puede trabajar con éxito con alguien que no se integra, que tiene una actitud de superioridad o que tiene permanentemente cara de pocos amigos?»
Ser inteligentes emocionalmente consiste también en manejar adecuadamente nuestras relaciones interpersonales. No quiere decir que seamos monedita de oro para todos y que todos deben caernos bien, sino que debemos tratar de entender a las personas y, según la situación, manejar las relaciones con ellas en un plano de respeto, cordialidad y colaboración, sobre todo, en el mundo del trabajo. Les cuento un caso.
Hace un tiempo, nos contrató una empresa multinacional para un proceso de adquisición y fusión con una empresa de su sector. Esta empresa solicitó nuestros servicios para ayudarlos a manejar, de manera humana y muy respetuosa, el proceso de cambio cultural que pensaban implementar, además del proceso de cambio de los perfiles y, por consiguiente, la desvinculación de muchos ejecutivos y empleados de ambas organizaciones.
Nosotros jamás participamos en el proceso de escoger quién queda o quién sale, sino que ayudamos a recolocarse, por cuenta de la empresa, a quienes esta decide dejar ir. Y, sobre todo, ayudamos a que el proceso de salida se maneje con mucho cuidado en cuanto a la dignidad, la autoestima y la marca personal de quienes deben salir a enfrentar el mercado laboral.
Así nos presentamos a toda la plana gerencial de la empresa comprada. Varios de ellos habían trabajado en la empresa durante muchos años y estaban naturalmente preocupados por lo que iba a suceder. Se preguntaban cuanto les iría a durar el trabajo con el cambio de dueños.
Pero una de ellos, Nancy (nombre ficticio para proteger su identidad), se mostraba muy tranquila y segura. Contaba, muy orgullosa, que era la única del equipo gerencial que tenía una maestría en EE.UU. —gracias a una beca-, que hablaba bien el inglés y que tenía contactos importantes fuera. Estaba convencida de que ella se quedaría en la nueva empresa integrada, porque tenía el perfil ideal que los nuevos dueños buscaban. Lamentablemente, Nancy era una persona poco simpática, algo arrogante y bastante soberbia. Tanto que durante años se había preocupado en hacer saber a sus compañeros que ella era «superior» a ellos, que estaba a otro nivel. Claro, con esa actitud y con cero de carisma, nadie la quería, y peor, nadie confiaba en ella.
Pasaron un par de meses, la nueva administración evaluó a todos los gerentes y, para sorpresa de muchos, la primera (y la única del equipo gerencial) en ser despedida fue Nancy. ¿Por qué? Por no ser una buena jugadora de equipo, por no integrarse a los demás ni haberse preocupado jamás de desarrollar su inteligencia emocional.
Cuando Nancy recibió la noticia, no lo podía creer. No entendía lo que había sucedido. Se decía a sí misma: «Soy la única profesional buena en esta compañía, los otros no saben lo que yo sé, nadie sirve para nada, yo sola saqué adelante esta empresa».
La verdad era una excelente profesional y, de hecho, responsable de muchos de los logros de esa organización. Pero no jugaba en equipo y nadie de sus pares quería trabajar con ella. Sus subordinados tampoco la querían. En realidad, no se puede trabajar con alguien así. ¿Quién puede trabajar con éxito con alguien que no se integra, que tiene una actitud de superioridad o que tiene permanentemente cara de pocos amigos? Si somos inteligentes emocionalmente, haremos todo lo contrario a lo que hacía Nancy, a quien, además, le costó recolocarse porque nadie daba buenas referencias.
Hacer lo correcto, ser amable, valorar a los demás, pensar en el bien ajeno y respetar al otro parecen frases del pasado, pero son la base de las buenas relaciones interpersonales, claves para nuestra empleabilidad, reputación y marca personal. Y, ciertamente, nos hacen mejores personas y profesionales más atractivos para el mercado laboral. Y es que nuestro comportamiento y actitud son reflejo fiel de lo que somos y de cómo nos vemos a nosotros mismos. Y los demás nos leen con claridad.