Decir las cosas (ver artículo)
Inés Temple nos cuenta sus experiencias y aprendizajes al respecto en su artículo.
Revista: Mujeres Batalla, sección Opiniones, 20-02-2013
Todos tememos decir cosas que puedan ofender, ser mal interpretadas o generar problemas. Y así, optamos por callarlas.
A mí me sucede a cada rato. Y luego recuerdo que la esencia de mi trabajo es –también- ayudar a las personas a decir mejor las cosas, por difíciles que sea escucharlas. Comunicar los despidos, por ejemplo. Dedicamos muchas horas a asegurarnos de que quienes lo hagan procedan correctamente, con todo el respeto y cuidado necesarios. No es fácil, pero las técnicas ayudan, y los resultados por lo general terminan siendo buenos o, por lo menos, correctos.
Pero cuando se trata de decirle algo a un amigo respecto a cómo conduce su negocio, a una amiga sobre cómo viene tratando a sus padres, a un pariente sobre el duro trato público que le da a su esposa, o a un colaborador sobre su decaído aspecto personal, ¡yo me congelo igual que tantos!
Mas difícil incluso cuando debo tratar con un coacheado sobre la necesidad de que mejore sus modales en la mesa si es que quiere acceder a posiciones de más nivel. Y ni qué decir si se trata de comentarle sobre su halitosis.
Como todos, le doy vueltas al tema, lo postergo, hasta pretendo ignorarlo. Me digo que no es de mi incumbencia opinar y menos aconsejar en esas áreas tan grises y poco ‘formales’, que mejor me callo para no ofender, para no ganarme un enemigo o, por lo menos, no perder la confianza de quien llega a mi oficina o a mi vida esperando lo mejor de mí.
Cuando llego a ese punto de mi diálogo interno, recuerdo que la honestidad y la transparencia son las esencias de la confianza y una manifestación del cariño personal o profesional. Y aparece mi fuerza interna, aquella que me guía desde la seguridad de saber que estoy haciendo lo correcto pese a los riesgos personales en los que puedo estar incurriendo. Además, si es con cuidado y respeto, todo se puede decir; y si también es con cariño, mejor aún.
Las personas –he aprendido- en un muy alto porcentaje aprecian y valoran que les demos retroalimentación sobre sus actitudes y todo aquello que pueda terminar siendo relevante para su éxito posterior. Valoran el feedback positivo aún de los temas más álgidos… Pero lo hacen en tanto sea honesto, cara a cara, sin agenda oculta y, sobretodo, en el momento adecuado.
Decir esas cosas desde el fondo del corazón puede aportar a la calidad de vida de quienes nos rodean y a la nuestra también. Alimenta la relación y el alma de ambos.
Me pasó hace poco con mi amigo Antonio Orjeda, comentando sobre el nombre de esta fantástica revista. Creo que Mujeres Batalla es un nombre fenomenal, que dice tanto sobre sus mensajes y sus lectoras. ¡Qué bueno tener ahora el título grande, completo y orgulloso en la portada de nuestra querida revista! Bravo Antonio, ¡y gracias por dejarme ser siempre sincera y transparente contigo!