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8 septiembre, 2009

Administración de carrera: Un balance necesario

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Mi familia es lo más importante de mi vida. Sé que tengo una gran suerte de tenerla y que siempre puedo contar con ella. Pero no siempre le dedico todo el tiempo que debería, o que me gustaría. Y sé que eso está mal.

 

Todos sabemos que lograr el balance entre el trabajo y la vida personal es lo ideal pero, por lo que veo casi a diario, muy pocos logran alcanzar ese equilibrio. Y es que es fácil idealizar los éxitos profesionales o materiales, creyendo que estos serán suficientes para suplir cualquier carencia afectiva o familiar, por lo menos en el corto plazo. Otros quieren emular a los “exitosos” pensando que ellos la “han hecho” de manera casi gratuita o, cuando menos, poco costosa en términos personales.

 

Muchos descuidan sus familias seducidos por una vida llena de retos y satisfacciones profesionales. Esa es una opción muy válida para quien la escoge estando bien conciente del precio a pagar, pero he visto a muchos luego se arrepienten de no haber dedicado más de su vida a cuidar y disfrutar de su familia, sea como sea que ésta esté conformada.

 

Hoy los ejecutivos jóvenes son mucho más concientes de que necesitan ese equilibrio. Y con frecuencia ponen a su familia por encima del trabajo en sus decisiones. Rechazan promociones o muchos viajes que los separen de sus hijos; no aceptan trabajar con jefes que no respetan su calidad de vida o simplemente salen temprano con frecuencia para comer con sus hijos, aunque algún gerente frunza el ceño y asuma su conducta como falta de compromiso con la empresa o sus carreras. Esta actitud no significa que no den el 100% de si mismos en el trabajo, pero están claros que no están dispuestos a sacrificar a sus familias por demasiado tiempo.

 

Quizá ellos son hoy así porque  fueron testigos de cómo sus padres dedicaron su vida al trabajo, la carrera o el negocio, muchas veces descuidando a sus familias, amigos o su salud, para descubrir tarde en su vida que esa no fue nunca la apuesta ganadora.

 

Quienes son verdaderamente consecuentes con sus valores familiares son personas mejor balanceadas espiritual y emocionalmente. Y al final del día es la persona mejor balanceada la que contribuye mejor y por más tiempo y cada vez más, las organizaciones serias así lo reconocen. De hecho, el perfil del “trabajólico” resulta rara vez ser el mejor o el más buscado.

 

La experiencia me enseñó que algunos cambiamos nuestra manera de manejar  tiempos y prioridades cuando algo nos sacude de tal manera que nos sitúa en una perspectiva destinta, poniendo las cosas en su verdadero valor. Sin embargo, ese sacudón es muchas veces doloroso por lo tardío. No esperemos una crisis para tomar conciencia de que el trabajo, aunque pague las cuentas o defina nuestra identidad ¡no lo es todo ni lo más importante en la vida!




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