
Fuente: El Comercio / 23-12-2008
Hace poco fui testigo de una de esas experiencias que obligan a poner la vida en perspectiva y reevaluar prioridades. Felizmente todo salió bien, pero la experiencia me sirvió para volver a apreciar lo verdaderamente valioso que muchas veces damos por descontado o asumimos como “normal”.
Y claro, el stress del día a día y los problemas de siempre jalan tanta energía que muchas veces no me alcanza el tiempo para apreciar lo importante, ni menos para agradecer las bendiciones que la vida nos ofrece a diario.
Sé que nos pasa a todos, pero no es excusa para vivir así. Apreciamos las cosas recién cuando peligran o se pierden. Valoramos a la familia o los amigos cuando ya no están. Tomamos conciencia del privilegio de la salud cuando estamos enfermos. Apreciamos un trabajo cuando lo perdemos o tomamos conciencia de nuestra suerte cuando se termina.
Muchas veces solo cambiamos esa actitud de complacencia ante un susto o un “jalón de orejas” de esos que la vida sabe cuando dar.
Lo mismo pasa en el trabajo. Sabemos que se nos viene un año difícil. Muchos temen perder su trabajo, negocios o ahorros. Pero muchos aún prefirieren “no pensar” y, por tanto, están perdiendo tiempo valioso para cambiar sus actitudes frente a la nueva realidad, que ya está acá.
La empleabilidad en el 2009 será un reto para muchos. Hoy es momento de ver las cosas en perspectiva y tratar de aportar valor real cada día de la semana. Es imperativo revisar y cambiar actitudes. Estar atentos a lo que pasa, ser muy flexibles y dispuestos a renunciar al status quo y a la zona de confort para lograr ser considerados “recursos estratégicos” frente a la crisis. Es momento de alinear prioridades con la organización y el equipo, para definir claramente los indicadores de éxito que nos permitirán navegar las circunstancias cambiantes.
Es tiempo también de reevaluar agresivamente nuestro perfil profesional y elevar nuestro “sex appeal” laboral, nuestro mejor recurso para sobrellevar la crisis en un mercado laboral que se ajusta día a día.
Es ahora cuando debemos concentrarnos también en fortalecer nuestra red de confianza. Esta época del año presenta magníficas oportunidades para expandir la red, manteniéndonos cercanos a quienes apreciamos y nos aprecian, profundizando relaciones con quienes trabajamos, haciendo nuevos amigos, conociendo otros sectores. Abriéndonos a nuevas y diferentes ideas.
Hace años un amigo me enseñó a despedir el año con una ceremonia de agradecimiento, días antes del 31. Ahora lo hago siempre. Nunca falta quien me mira extrañado ante la invitación a “agradecer” por lo vivido: “no tengo nada que celebrar”, me dicen o “ha sido un año muy difícil, nada me salió bien “. Y claro, siempre hay quien se enfermó o perdió a alguien querido, su negocio, su trabajo o su dinero (¡sobre todo este año!).
Pero cuando llega el momento y alguien empieza a agradecer por estar vivo, por tener a sus seres queridos sanos y cercanos, por tener fuerza para trabajar y salir adelante, por tener la oportunidad de cambiar y de reinventarnos, todos los presentes comprenden y sonríen. Y así tomando conciencia que lo fundamental es lo único verdaderamente importante, la actitud de todos cambia, nos llenamos de esa energía que contagia y ¡agradecemos a Dios y a la vida por todas sus bendiciones!
¡¡¡Es tiempo de dar gracias!!! ¡Por todo!