
Fuente: Diario – El Peruano/ 20-03-2015
Una resolución de las Naciones Unidas invita a los Estados y a la sociedad civil a trabajar por alcanzar la felicidad como objetivo humano. Sin una definición precisa, el concepto se asocia al bienestar y no necesariamente a las posesiones materiales.
En el impecable auditorio que acoge a la Asamblea General de las Naciones Unidas, a pocos metros del East River, los delegados asistentes a la sesión plenaria del 28 de junio de 2012 aprobaron una resolución hasta hoy poco conocida, no obstante la materia crucial de su contenido.
La Resolución N° 66/281 es en realidad un texto breve, de 250 palabras, y no habla de conflictos, hambre ni de calentamiento global -las preocupaciones más urgentes de la humanidad del siglo XXI-, sino de felicidad.
Concepto relativo pero no abstracto, asociado por lo general a los estados de la alegría y el amor, la felicidad no tiene una definición concreta en la resolución de la ONU. Sin embargo, el documento la describe indirectamente en sus considerandos: “La búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental”, refiere el texto consensuado por los Estados miembros, con el qué, además, se proclamó al 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad.
El movimiento de incidencia para reconocer una jornada dedicada a pensar en la felicidad tiene su origen en un remoto Estado asiático. En Bután, el rey budista Jigme Singye Wangchuck acuñó una frase peculiar que ha dado bastante que hablar desde la década de 1970: “La Felicidad Interna Bruta es más importante que el Producto Interno Bruto”.
Si hablar de planificación de la economía enervaba en ese momento a los promotores del libre mercado en el lado occidental de la Cortina de Hierro, proponer una comparación entre el valor de la riqueza y un estado emocional sonaba a osadía.
En cualquier caso, pensadores como el catedrático indio Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, han avanzado en el reconocimiento del acceso a las oportunidades y a los servicios básicos, por ejemplo como factor de bienestar y, en consecuencia, de felicidad.
PUNTO DE EQUILIBRIO
“Desde la orientación psicoanalítica, no encontramos una definición única de felicidad”, opina la psicóloga chilena María Inés Ossandón. “Sin embargo, podríamos deducir que la felicidad es un estado anímico en que el sujeto se percibe en una situación placentera de tranquilidad y coherencia entre lo que quiere y lo que tiene.”
Inés Temple, presidenta de LHH-DBM Perú y autora del libro Usted S.A., ofrece su propio punto de vista. “La felicidad es un estado de ánimo que nos pone en actitud positiva para lograr las cosas que nos proponemos; depende de nuestra actitud y de nuestra decisión.”
Más aún, la felicidad en el trabajo es un tema de lealtad a sí mismo, añade la consultora. “Uno tiene que saber a dónde quiere ir y qué quiere lograr. Y tiene que ver también con la capacidad de encontrar un lugar de trabajo donde uno sea tratado con respeto y pueda desarrollar todo su potencial”.
“En las empresas, la gente tiene que estar feliz para que sea productiva, para que este más comprometida y dispuesta a colaborar; por ello, la búsqueda de la felicidad no es una quimera, es hasta una necesidad empresarial.”
UN PAPEL DIFÍCIL
En la historia, un rostro sonriente ha sido la alegoría más repetida de la felicidad. Cuando no hay forma de graficar una idea, se aconseja plasmarla mediante un objeto que refiera a ella. Así, un payaso tiene prácticamente la obligación de ser feliz.
Leví Roque trabaja en el circo Safari con la cara pintada, unos pantalones bombachos y un par de zapatones de charol blanco y negro. También es acróbata y mono-ciclista. “Uno lleva la felicidad dentro de sí y tiene que mostrarla. Para mí, hay modos de sentir la felicidad: puede ser ante el público, ante la familia o ante los compañeros. Por ejemplo aquí, en el circo, hay compañerismo, yo me siento feliz por eso; también con la gente, cuando veo a las personas que ríen y gozan”. Por lo visto, tampoco Leví tiene un concepto elaborado.
En la carpa multicolor, “el número del payaso es el más difícil, pues por más problemas que uno tenga, tiene que salir al escenario con la cara feliz para el público. Ante una situación triste que me sucedió, atrás de mi maquillaje estaba mi pena; pero yo me la guardaba en el pecho, en el corazón, por mi hermano fallecido.”
LO TRASCENDENTE
Para la psicóloga Yolanda Robles, jefa del Departamento de Psicología del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, el concepto de felicidad tiene un sentido más profundo. “La felicidad es un sentimiento que se va desplegando en la medida en que uno siente y sabe que está haciendo todo su esfuerzo por alcanzar lo que da sentido a su vida.”
De este modo, “una persona feliz aprovecha más el tiempo libre; el conseguir algo que produzca una emoción positiva o éxito en algún ámbito de la vida, produce alegría. Pero eso ha de estar conectado con algo que va más allá de lo inmediato, con algo trascendente -agrega-; en esa búsqueda, una persona va desplegando sentimientos de felicidad”.
“Hay condiciones objetivas de calidad de vida, pero también hay percepción de calidad de vida. Yo puedo vivir en la pobreza, pero mi percepción de calidad de vida y la satisfacción con mi vida misma pueden ser buenas, porque en medio de circunstancias adversas yo hago todo lo posible por desarrollar ‘mi’ sentido de vida.”
Sin embargo, puede ocurrir todo lo contrario: la felicidad esquiva e inalcanzable aun con la billetera rebosante de dinero. “Una persona puede tener muchas condiciones concretas de calidad de vida, pero está dominada por lo inmediato, por el éxito, por conseguir poder y dominio económico; y estos no son los medios para darle mayor sentido a la vida. Entonces, el sentimiento de satisfacción -indicador de calidad de vida-no será bueno, pues está ligado a lo inmediato.”
Robles resalta la cualidad de la felicidad en la sociedad en general: “Las personas que tienen un sentimiento mayor de felicidad, o más constante, estarán mejor físicamente, lograrán mayor producción, se llevarán mejor con las demás personas, aportarán más a la comunidad.”
LA SIMPLEZA DEL SER
La búsqueda de definiciones nos lleva obligatoriamente a los caminos de la fe. El sacerdote Guillermo Elias, párroco de la parroquia Señor de la Paz, en el distrito de San Martín de Porres, aclara las dudas desde la perspectiva de los católicos. “La felicidad es una adecuación entre lo que quiero y lo que debo hacer para obtenerla; es un estado del alma, es estar bien conmigo y es hacer felices a los demás. El ingrediente básico para la felicidad es la verdad, no se puede construir la felicidad sin la autenticidad ni la verdad.”
En ese orden, el párroco subraya que la simplicidad es fundamental para ser felices. “Creo que buscamos más de lo que realmente debemos; y nos complicamos terriblemente la vida con cosas que no necesitamos. Nos complicamos con cosas que no son posibles, cosas materiales; si tenemos un teléfono, ahora queremos tener uno mejor y caemos en la trampa que promueve la sociedad que nos rodea”.
En un plano más terrenal, la idea de la felicidad crece condicionada por los mensajes sobre éxito, placer y comodidad que transmiten la publicidad y los medios de comunicación, herramientas por excelencia del modelo de crecimiento basado en el consumo. “Hoy, la felicidad la define el mercado. Te dicen muy clarito que ser feliz es tener, tener y tener -observa María Inés Ossandón-, Y creo que a la felicidad se le ha dado demasiado significación; con un evidente interés comercial, se le presenta como un ideal, y como la satisfacción nunca es completa, eso obliga a la gente a querer más y más.”
Por último, la Resolución N° 66/281 invita a los Estados y a la sociedad civil a observar de manera adecuada el Día Internacional de la Felicidad, y reconocer la necesidad de que “se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos”. Una tarea nada sencilla en el reino del individualismo y la obsolescencia programada.