
Fuente: Revista Mujeres Batalla / 20-12-2013
La buena onda contagia, energiza e inspira. El reto es mantenerla, esparcirla, promoverla en beneficio propio y de los que nos rodean.
“Lo estaban PONIENDO TODO para AYUDAR a CRECER, y no solo sus empresas, sino AL PAÍS.
Llegué. ¡Por fin! Finalmente he conocido la selva del Perú. Ya era hora. Llevaba años hablando de querer ¡r, de querer vivir la experiencia de conocer esa región mágica y fantástica que jalaba tanto mi imaginación (y que además representa el 55% de nuestro territorio). Todos me hablaban de ella, y yo -y lo digo con vergüenza- sin conocerla. Bueno pues, hace unos días la vida se puso de mi lado y por fin estuve ahí.
La reserva amazónica de Tambopata me recibió con todo su encanto y, claro, ni bien la vi, olí y escuché, me pasó lo inevitable: amor a primera vista. ¡Me enamoré de ella en un instante! Total e irremediablemente. Es más, hasta hoy la llevo en la piel (tengo unas veinticinco picaduras de mosquito que me la recuerdan en cada momento y sin piedad).
Me encanta que los sueños se cumplan y que en el proceso por alcanzarlos no nos defrauden. ¡Qué rico que es cuando eso que tanto esperamos resulta siendo incluso mejor que lo que soñábamos! Ojalá la vida fuera siempre tan agradable en todo… Difícil, ¿cierto?
Pues increíblemente me ocurrió dos veces en una misma semana. De la selva partí a Paracas, al CADE. ¿La verdad? Llegué sin muchas expectativas, esperando ver las mismas caras, escuchar los mismos temas, repetir las mismas experiencias de otros años. Y pasó todo lo contrario.
Resultó el mejor CADE al que he ido.
Nuevas caras, nueva energía, nuevas propuestas, ganas de concretar cada avance, ganas -de parte de todos- por reconocer todo lo bueno de nuestro país, continuarlo y mejorarlo. Qué buen espíritu se vivió en la sala, en los intermedios, en los expositores, ¡en todo!
Lo podías sentir en la piel, el espíritu de sí es posible lograr las cosas, de saber que estás yendo por el buen camino y con las ganas y la energía necesarias. Pero, más importante aún, podías sentir que muchos lo estaban poniendo todo para ayudar a crecer, no solo sus empresas o negocios, sino al país. Se sintió autenticidad en muchas de las presentaciones y discursos de los expositores y panelistas.
Y es que cuando la gente preparada y trabajadora le pone corazón (pasión, que le dicen) a lo que hace, y además cree en sus instintos e intuiciones -aunque estos desafíen los convencionalismos-, las cosas buenas pasan sin que nada ni nadie las pueda detener. Esas son, además, las características del espíritu emprendedor de quienes lideran de verdad. De aquellos que se hacen cargo -ellos mismos-de los temas que les importan, y convocan la fuerza e inspiran a otros para juntos alcanzarlos. Y esto, ¡por el país!
La buena onda contagia, energiza e inspira. El reto es mantenerla, esparcirla, promoverla en beneficio propio y de los que nos rodean; y no solo porque nos condiciona a sentirnos mejor, sino a dar más y lograr mejores resultados. ¡Ojalá todas mis semanas fueran igual de buenas! •