Publicado el 04/03/2017 en Revista Aptitus
Acabaron las vacaciones escolares y eso implica entre varias cosas que empiecen los chats de las mamás. No me tomen a mal, me encanta estar conectada, y siempre es bueno saber quiénes son los padres de los compañeros de colegio de tus hijos, pero también empieza la pregunta diaria: ¿saben cuál es la tarea de hoy? Cuando la leo, pienso en como crecerán esos niños, hasta cuando sus mamás los van a acompañar averiguando cuál es la tarea que hacer, o peor aun haciéndosela para que saquen mejor nota.
Curiosamente, veo muchas veces ese comportamiento en empresas, con jefes y gerentes que constantemente les dicen a sus subordinados y equipos qué y cómo se deben hacer las cosas pero que a la vez se quejan de falta de proactividad en sus equipos. Ser sobreprotector e involucrarse mucho en las tareas de las personas que nos reportan, en vez de ayudar pueden causar el efecto contrario, entonces, ¿qué hacer?:
- Demos indicaciones claras desde el principio. Esto ayudará a que nuestro equipo sepa qué se espera de él y estarán enfocados a hacer lo importante. También debe quedar claro quién es responsable de qué y así evitar en el camino escuchar: “no sabía que lo tenía que hacer yo”.
- Preguntemos sobre los avances de los proyectos. En vez de esperar hasta el último minuto para saber si lo esperado se está cumpliendo, preguntemos periódicamente cómo va el status de los proyectos. De esta manera podremos saber si debemos involucrarnos por alguna situación puntual y no darnos cuenta al final del camino que no se están cumpliendo los objetivos.
- Evitemos darles siempre la solución desde el primer intento. Si bien nuestro rol como jefes y líderes es acompañar a nuestros subordinados, solucionar siempre sus problemas no es lo que se espera de nosotros. Eso no quiere decir que no vamos a ayudarlos, pero más que darles la solución, lo que debemos enseñarles es a encontrarla. Hagamos las preguntas correctas, y poco a poco ellos encontrarán soluciones que ni nosotros habríamos pensado.
- Permitamos que cometan equivocaciones. Siempre recuerdo la frase: “echando a perder se aprende”. No hay peor enemigo de la innovación que el miedo a no hacer las cosas bien. Dejemos que nuestros subordinados intenten nuevas opciones, exploren nuevas maneras de hacer las cosas y probablemente nos sorprenderán con los resultados.
- Fomentemos el intercambio de buenas prácticas. No hay mejor manera de aprender que viendo cómo se hacen las cosas. Conectemos a los miembros de nuestro equipo con quienes han vivido antes la experiencia, fomentemos la red de contactos y démosle acceso a experiencias anteriores. Contarles sobre casos de éxito y cómo se manejaron, tanto lo que se hizo bien como lo que se hizo mal, los ayudará en su aprendizaje.
- Dejemos que caminen por si solos. Muchas veces llevamos de la mano a nuestros subordinados por más tiempo del que lo necesitan. No porque pensemos que no tienen las habilidades sino para asegurarnos que no fracasen. Sin querer, estamos cortándoles las alas y retrasando su aprendizaje. Démosles las herramientas necesarias, el entrenamiento y acompañamiento debido y luego dejemos que ellos encuentren el camino a resolver sus tareas por sí mismos.