Publicado el 21/08/2017 en Gestión
El domingo, fue el Día del Niño, y teniendo dos niños en casa, puedo ver a diario esas características propias de ellos que perdemos conforme vamos creciendo. Creo que nos haría bien recordar algunas de ellas y dejar que ese niño que aún te nemos dentro nos convierta en mejores
adultos y líderes:
1. Son altamente curiosos: Si bien, algunas veces, la cantidad de preguntas que hacen llega a molestarnos, es preguntando que aprenden. ¿Cuántas veces no entendemos algo o algo no nos ha quedado claro y preferimos no «quedar mal» y nos quedamos con la duda? El temor a quedar mal es más grande que nuestras ansias de saber,-de
preguntar ¿por qué?, ¿por qué no?, ¿por qué así y no de otra manera?
2. Son apasionados: Los niños disfrutan el momento, se apasionan por lo que hacen y celebran sus resultados. Comparten su alegría con el resto y se sienten orgullosos de sus logros grandes y pequeños. No tienen miedo a «creérsela» y dar lo mejor de sí.
3. Su imaginación no tiene barreras: Un niño puede convertir un sillón y una manta en un fortín, y una sábana en una capa que les da super poderes. Ven más allá de las funciones tradicionales de las cosas y las transforman en algo con mayor valor. ¿Quién de niño no vio la manera de inventar algo que les facilitara
alguna función?, y ¿cuántas veces lo hemos hecho de adultos?
4. Son honestos: Sí, tal vez son «brutalmente honestos», pero dicen las cosas en el momento, tal como son, sin «dorar la pildora». Hablan sobre cómo las acciones de otros los hicieron sentir y el porqué, y al decirlo frontalmente logran no guardar resentimientos.
5. Toman riesgos y empujan sus habilidades al límite: Pensemos por un momento cómo un niño trata de saltar escaleras; empieza saltando una, luego dos a la vez, luego intenta tres, y si ve que lo hizo con poca dificultad tratará cuatro, y si falla lo intentará una y otra vez. Como adultos, ¿nos enfrentamos así a los problemas?, o ¿al ver un problema al frente nuestro evitamos incluso intentar dar el primer salto? Un niño intentará una y otra vez saltar la mayor cantidad de escaleras, así como trató una y otra vez de caminar sin importar cuántas veces se cayó al aprender. Debemos conectarnos con nuestro niño interior. Seamos curiosos, apasionados, honestos, imaginativos y tomemos riesgos, pero sobre todo preguntémosle a ese niño si somos ese adulto que siempre quisimos ser, y si no, no es tarde para convertirnos en él.
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